No
oigo tus pasos,
pues
vienes flotando
con
la parábola positiva
hacia
mis brazos.
Apareces
en mi alcoba
como
sol en primavera
diciendo
con telepatía,
cuanto
me deseas.
Miro
tus ojos y me desdoblo
para
observar cómo nos miramos,
amamos,
devoramos,
para
finalmente abrasarnos.
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