sábado, noviembre 9

Kilómetros

Podría haber viajado ese fin de semana solamente noventa minutos y estaría saltando en el tablón (me encanta seguir refiriéndome así a los asientos del estadio a pesar de la modernidad, pero ya sabes, no es fácil cambiar las canciones a esta altura del partido), pero decidí viajar once horas en bus y estar contigo papá, presenciando el clásico nuevamente juntos, esta vez no en la galería sur (¿Recuerdas el gol de Rivarola?), sino que amontonados en una cama de plaza y media frente al televisor en Nantoco.

Que peripecias no nos mandamos para ver el partido, ¿A qué desalmado se le ocurre robar alambrado de cobre y dejar a casi una ciudad entera sin electricidad horas antes de un superclásico? Que no cunda la desesperación, cambio de planes, salgamos de la ciudad, todos al chanchito de tierra, guardemos la java y las empanadas de la tía Angelita y partamos donde Juanito, a él no se le cortó el servicio eléctrico, ¡Gracias a las divinidades!

En un arrebato de segundos de estupidez, una vez finalizado el encuentro, me recriminé mentalmente por no haber estado físicamente ese 29 de abril en el Nacional… pero al mirar tu bigote eterno sonriendo, comprendí que el compartir contigo es lo que más me gusta del fútbol. Es lo que más me gusta en la vida.

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